En Rusia, cerca de las tres cuartas partes de los habitantes urbanos pasan su vida entre el departamento, el lugar de trabajo y el huerto con su "datcha" *. De abril a septiembre, millones de citadinos viven en el huerto, unos de tiempo completo, otros los fines de semana.
Hay que distinguir los huertos privados, que en la época soviética sólo podían tener los poderosos y los artistas, de la institución de los huertos colectivos urbanos. Esta institución fue creada en la época estalinista bajo la presión de la hambruna, y no ha dejado de desarrollarse. En Kazan, donde trabajamos, una asociación de huertos colectivos de reciente creación nos dice que los 220 huertos colectivos de esta ciudad cuentan en total con 120 000 parcelas. A razón de cinco personas por familia, esto nos da 600 000 personas, es decir el 60 por ciento de la población de la ciudad.
El futuro de esta institución plantea interrogantes. Las autoridades no le prestan mucho interés. Las empresas que mantenían los huertos ya no tienen los recursos para ello. La privatización se traduce en el abandono de las reglas de equidad que prevalecían en cuanto a la superficie de las parcelas y al tamaño de las datchas. El precio de la tierra aumenta. Crece la inseguridad. Muchos de estos huertos se han visto afectados por distintos tipos de contaminación. De ahí que crezca un sentimiento de inseguridad, de mayor vulnerabilidad. Una parte del futuro equilibrio de la vida de los rusos se juega por lo tanto en estos huertos colectivos, lo que los hace merecer el gran interés que nos suscita.
Una institución "democrática"
Desde la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de las empresas o instituciones buscaron crear un huerto colectivo para sus obreros o empleados. El terreno otorgado por las autoridades se dividía en parcelas a las que se llevaba el agua y la electricidad. Sistemáticamente se creaba una asociaciación para vigilar que hubiera un buen funcionamiento y seguridad, y recoger las cuotas para el mantenimiento de los servicios comunes. A la entrada de algunos de los huertos hay un local para los servicios colectivos. Un periódico mural recuerda las reglas y ofrece informaciones. Las asambleas generales eligen a un consejo y un presidente, que cuentan con el apoyo de un(a) contador(a).
La función económica
Estos huertos son un amortiguador de las crisis. Con los 16.4 millones de parcelas campesinas, los 14.6 millones de huertos contabilizados a mediados de la década de los 90s proveían cerca de la mitad del valor de la producción alimentaria. Se cultivan ahí todas las variedades de frutas y verduras. Se almacenan en los sótanos betabeles, zanahorias, coles, nabos y eventualmente papas. Otras verduras se procesan en mermeladas y otros tipos de conservas y se almacenan en los departamentos. También se secan o conservan distintas plantas medicinales. Los excedentes se regalan a la familia o a los amigos, o se venden en los mercados y las orillas de los caminos.
Actualmente, la mejoría de la situación económica general hace que el papel de los huertos se oriente más hacia otras funciones.
Las funciones estéticas, culturales, educativas
Antes de que broten las plantas en la primavera, se hacen germinar las primeras semillas junto a las ventanas, dentro de los departamentos, para trasplantarlas en las parcelas lo más pronto posible. Las mujeres saben plantar, cuidar, aplicar tratamientos contra las malas hierbas y los parásitos, hacer conservas, cocinar. Normalmente le corresponde al hombre construir y dar mantenimiento a la datcha, mantener en buen estado las herramientas y a menudo hacer las instaciones para los baños.
Estas actividades contribuyen a la educación de los niños brindándoles conocimientos de la agricultura, de las plantas, de la naturaleza y del uso de herramientas. Este es sin duda uno de los lugares privilegiados de transmisión de la cultura familiar a los nietos. Puede también ser un lugar de expresión cultural, por la manera de adornarlo. Algunos tocan su instrumento musical, otros pintan, etc.
Es también un lugar de reposo, de recreación para una parte de la población urbana que no puede ir de vacaciones a otros lugares. Los niños dicen que les gusta el huerto y más tarde recuerdan con placer los momentos que ahí pasaron. El interés parece disminuir con la adolescencia y después en la edad adulta, para de nuevo acentuarse al acercarse la vejez.
El huerto es también un lugar de relaciones sociales diversas, ya que propicia el encuentro entre gente de todas las capas sociales: jubilados, médicos, científicos, maestros, enfermeras, obreros, choferes, policías, artistas, propietarios de tiendas, etc. Una "relación de huerto" tiene una calidad diferente que una de vecindad en los edificios habitacionales o una de actividad profesional.
La función curativa
En un país como Rusia, que ha conocido tantos traumatismos, el huerto es un lugar de reequilibrio físico, psicológico y emocional. Muchos encuentran ahí el recuerdo de sus seres queridos ya difuntos, que participaron en el acondicionamiento de la parcela y de la casa. La actividad física que se lleva a cabo en un ambiente tranquilo permite encontrarse con uno mismo, disminuir el estrés, meditar sobre su vida, sus alegrías, sus sufrimientos. Y para quienes están todavía cercanos a la cultura campesina, es una oportunidad para retomar contacto con la tierra, con la naturaleza, con el recurso de su juventud y de sus padres.
Es sobre todo un medio para reconectarse con la tranquilidad, la paz, la belleza. Para superar las secuelas de los traumatismos históricos, no basta proyectarse hacia el futuro; también hay que desligarse de las emociones negativas y apoyarse sobre sentimientos positivos de esta índole.