“Ledicia cativa” (Pequeña alegría)
Mercedes y José Manuel son los fundadores de la asociación “Ledicia cativa”, que ha acogido en Galicia, durante los últimos 10 años, a más de 400 niños rusos afectados por el accidente de la central nuclear de Chernobyl en 1986.
06 de octubre de 2008
Mercedes y José Manuel en una estación del metro de Moscú
Gracias a esa ong han pasado por Galicia más de 400 jóvenes de varias regiones de Rusia afectadas por la radiación de Chernobyl. Proceden de orfanatos, casas de acogida y familias de diversos estamentos sociales. Las edades varían entre los 6 y los 17 años. En opinión de varios institutos epidemiológicos rusos, por cada verano que pasan en Galicia ganan dos años más de esperanza de vida.
José Manuel –que trabaja en una Caja de Ahorros- nunca había pensado en fundar esto: “ni crear primero la Asociación –cuenta- y luego la Federación de Asociaciones Niños del Mundo”. Realizaron también un convenio de cooperación internacional con una organización benéfica que ejerce de contraparte en Rusia. “¡Ni en sueños –declara- me hubiera sentido capaz de hacer una cosa así! Pero el Señor nos ha ayudado en cada dificultad”. Tanto Mercedes como José Manuel coinciden en que el motor íntimo de su actividad está en su compromiso cristiano. Son supernumerarios del Opus Dei y esto –declara Mercedes- “nos lleva a ser especialmente sensibles ante los problemas de los demás”.
La tarea de José Manuel y Mercedes es bastante compleja: primero deben informar a las familias gallegas que se sensibilizan con este drama humano; a continuación organizan el programa de acogida de cada verano, que exige un laborioso trabajo de documentación. Ese programa les lleva a ocuparse de solucionar cualquier incidencia durante la acogida en el verano, ya con los niños en Galicia.
Mercedes en Moscú en uno de sus viajes para gestionar la acogida
“Es laborioso y al mismo tiempo muy ilusionante –dice Mercedes- porque significa rescatar la salud y la dignidad de un pequeñín. Emociona ver el cariño de las familias que le acogen. Porque a veces enrocamos nuestro corazón, por miedo al sufrimiento, sin darnos cuenta que al hacerlo nos aislamos y nos empobrecemos como personas”.
“Este empeño –dice José Manuel- nos permite ser útiles a los demás, en especial a unos niños que son víctimas inocentes de una sociedad con unos valores sociales y morales donde impera la simple supervivencia”.
“Las familias –continúa Mercedes- recibimos a cambio unas enseñanzas muy valiosas. Nos damos cuenta de todo lo que tenemos y comprendemos con mayor profundidad que el camino de la felicidad es el amor y la entrega a los demás. Además estos niños se benefician de todo lo bueno que tenemos en nuestras familias en todos los aspectos. Por ejemplo, aprecian mucho los valores de raíz cristiana que se viven en tantas familias gallegas”.
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